martes, 22 de marzo de 2011

El mundo desde una caja oscura.

Niña de uno de los puestos que rodeaban al local,
siempre estaba asomandose y nos sonreía con sus ojos brillantes.


Hasta hace dos semanas, estuve trabajando en la remodelación de un local para restaurante, invitado por mi compañero de Ebanistería en Artesanías, Paco Padilla. Resultó ser toda una experiencia.
Muchas veces me quedé solo en ese local lijando, raspando, resanando, etc., era como estar en una caja oscura pues la luz del exterior siempre resultaba más brillante. Trabajando podía escuchar el ruido de la calle, la conversación de las personas, podía aspirar el olor de la comida de los puestos de alrededor, a veces todo se quedaba en silencio.
A veces me perdía en mis pensamientos durante horas, ya que el trabajo repetitivo me lo permitía, podía pasar 5 o 6 horas sin que yo estuviera conciente de estar ahí. Otras veces en cambio, aprendí a ver milagros donde parecía que no podrían ocurrir. Aquí les comparto algunas imágenes tomadas dentro del local.





Cuando llegué a trabajar al local me percaté que había varias crisalidas vacías de la estanción anterior, a pesar del tiempo, el aire y los elementos continuaban pegadas en su posición original.
A los pocos días comenzaron a aparecer gusanos a los que muchas personas conocen como "azotadores" andaban entre las cortinas del local, en el techo y las paredes, incluso Paco me hizo notar que una de ellas ya se había instalado en una estructura de madera que él había armado apenas un día atrás, y la oruga ya se disponía a construir su crisálida.



Otras veces, en horas determinadas del día, en específico en unos cuantos minutos, entraban al local por las rendijas todo tipo de rayos de luz que lo mismo formaban bandas de colores, que chispas o un movimientos de figuras geométricas en el techo. Alucinante, sí. ¿Una perdida de tiempo? Quizás. Quizás no. Sucedían cada día a una hora determinada sin que nadie los notara. Quize abrir más mis ojos y llenarme de maravillas.



Saliendo del local caminaba hacia la glorieta de Insurgentes cansado y cubierto de aserrín. El mundo seguía ahí con sus problemas y alegrías, con gente que iba y venía. Había un hombre con una cartulina llamando a Jesús para que entrara en su corazón. No se si lo habían mandado o estaba ahí por iniciativa propia, pero más que esperar a Jesús parecía estar esperando que otros más se unieran a su plegaria.
Me hizo recordar a las orugas y a las crisalidas. A nuestra necesidad de cambiar, de terminar fases en nuestra vida y movernos a otro estado, a ese algo que nos lleva a buscar dentro de nosotros lo que realmente somos, en lo que nos queremos convertir.
Yo sigo buscando. Sigo cambiando. Sigo sorprendiendome cada día. Las orugas duermen, pero pronto volarán.


Saludos a Paco Padilla, espero que termines pronto tu trabajo y tengas oportunidad de descansar y relajarte. Gracias por la experiencia y por las enseñanzas.
Saludos también a Alberto Hernández de Texcoco, a quien me dio mucho gusto conocer la semana pasada. Le tuve que tomar una fotografía para ver si era real, era demasiado bueno encontrar a una persona así, con tantas ganas de compartir, con muchos sueños y con un espíritu libre. Ojalá pronto podámos hacer algún proyecto juntos, te mando un abrazo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

chidos!!!!